La innovación social como camino a la resiliencia regional

Por Gabriel Alejandro Orozco

El espacio cívico en las Américas se enfrenta actualmente a una situación de gran estrés. A este respecto, en un reciente webinario sobre los escenarios post COVID-19 se ha señalado que tanto las dificultades en la gobernanza como las restricciones a las libertades y una mayor presión financiera están impactando intensamente sobre las posibilidades de existencia y vinculación de las organizaciones de la sociedad civil (OSCs). En igual sentido, el Monitor del Espacio Cívico gestionado por CIVICUS muestra que durante 2021 sólo el 3 de cada 10 países del continente cuenta con un espacio cívico libre, mientras que 7 de cada 10 manifiesta restricciones de diferente grado a la actividad de la sociedad civil. Todas estas dificultades se ven complementadas, no obstante, por una dinámica institucional pujante de las organizaciones civiles, quienes han encontrado en el ejercicio en red de la innovación social una oportunidad para su reconversión y sostenibilidad. ¿Qué posibilidades y desafíos se abren para la sociedad civil en este contexto de incertidumbre? 

Desde el inicio, las condiciones estructurales de la región invitan a la creatividad de las OSC para poder contribuir a la democracia, el desarrollo social y la dinámica económica. Desde el espectro de gobernabilidad, como muestra el reporte Riesgo Político América Latina 2022, la erosión de las instituciones y de las libertades, la desvinculación entre la ciudadanía y sus gobernantes, la insatisfacción social, la exacerbación de las tensiones sociales en torno a la migración y la polarización política mediatizada desestabilizan las conexiones sociales. Desde la perspectiva socioeconómica, mientras que el reporte COVID-19 de la CEPAL pone de manifiesto que estas entidades deben lidiar con un agravamiento de la pobreza, la desigualdad de ingresos y de la brecha tecnológica de la población, el informe sobre desarrollo en las Américas del BID enfatiza que existe una crisis de confianza regional tanto entre los ciudadanos como hacia los gobiernos. Estas deficiencias conllevan un espacio reducido para encarar proyectos colectivos, lo que reduce las oportunidades para mejorar la calidad de vida. 

Sobre estos cimientos pueden entenderse los resultados del estudio regional Perspectiva Cívica llevado adelante por la Red Argentina para la Cooperación Internacional (RACI), que expone una situación de gran capilaridad geográfica, informalidad y centralismo urbano de la sociedad civil, agravada por restricciones gubernamentales durante la pandemia. Ello resulta, respectivamente, del carácter nodal de las OSCs para atender las problemáticas más urgentes de la población, de las grandes barreras institucionales a su formalización y de la localización de los grandes cooperantes y reguladores en las ciudades. En estas condiciones, han aumentado las necesidades de financiamiento estatal y producen una desconexión entre las organizaciones urbanas y la realidad del resto del territorio. Todo lo cual pone de relieve el papel de la sociedad civil como un actor central dentro del ecosistema público y la necesidad de transformarse para entablar un rumbo de mayor prosperidad.

Para dar respuesta a estas situaciones desde una mirada regional, las OSCs están abocadas a un proceso continuo de innovación social. Esta dinámica implica, según la CEPAL, que dichas entidades ideen nuevas formas de gestionar, nuevas herramientas de trabajo o creen nuevas combinaciones de recursos que les permitan incrementar las condiciones de vida de las poblaciones con las cuales cooperan. De esta manera, se genera una red virtuosa que conecta a OSCs, gobiernos, empresas sociales y organismos multilaterales en un círculo de co-creación mediante herramientas y principios como Design Thinking, Design Futures y las Metodologías Ágiles de proyectos. A nivel internacional, estas iniciativas pueden visualizarse a través de portales como Zona de Innovación (Poder Ciudadano) e Innovación con Sentido (Fundación Avina). A su vez, en la región también se han edificado canales para experimentar y producir soluciones a medida, entre las que se destacan la Iniciativa de Innovación Social (CAF) y el I-Lab (BID). Desde el combate a la pobreza hasta la acción climática y el urbanismo, estos proyectos practican una retroalimentación constante con sus beneficiarios y dan lugar a un cambio de mentalidad en el escenario social latinoamericano.

Como parte de esta tendencia y con el ánimo de fortalecer el espacio cívico ante restricciones a las libertades, se consolida desde 2018 el Centro Regional de Innovación para el Cambio de América Latina y el Caribe (I4C – LAC HUB). Se trata de un ecosistema de referencia regional sobre innovación social, parte de una red global conformada por 7 centros regionales, que busca vincular diferentes saberes y agentes a favor del desarrollo sostenible en colaboración y diálogo a nivel global. Esta motivación es lo que ha llevado al LAC HUB a implementar Laboratorios de Innovación para generar prototipos de soluciones disruptivas a los desafíos regionales, a acompañar el fortalecimiento de capacidades de las organizaciones locales mediante 3 fondos concursables y diversos programas de entrenamiento, así como también a promover la rendición de cuentas con campañas de comunicación y la realización de investigaciones novedosas sobre la diversidad del tercer sector.  

En el largo plazo, estas experiencias forjan un mayor margen de maniobra para el crecimiento del potencial innovador de la sociedad civil. Entre todas, han posicionado al HUB LAC como el centro más reconocido en innovación social por parte de la comunidad de I4C a raíz de la demanda e interacción que existe con organizaciones del Sur Global. No obstante, quedan desafíos por solventar y los más acuciantes que se presentan son el desarrollo de nuevas fuentes de recursos para incubar proyectos innovadores y la articulación con otros actores interesados (empresas, individuos) para incorporar enfoques de la economía colaborativa y empresas sociales. Ello supone adoptar una estrategia consensuada que permita a las organizaciones regionales ser líderes confiables para construir colectivamente sociedades más sostenibles y cohesionadas. De igual forma, requiere un accionar catalítico que escale de las experiencias pasadas y teja alianzas que impulsen nuevos aprendizajes y amplifiquen los resultados. Cabe destacar que esta agenda está siendo construida colectivamente dentro del HUB LAC de I4C y es un fruto de la reunión que su Comité Ejecutivo Regional mantuvo en Buenos Aires entre el 22 y 24 de febrero pasados. El futuro luce promisorio, ya que el camino recorrido corrobora que la cooperación en red es una fuente inagotable de soluciones para las poblaciones de nuestra región.